La adolescencia es un momento de separación emocional con todo lo establecido hasta el momento. Y, aunque duro para todos, es necesario para que los jóvenes maduren. Los adultos se topan con el deseo de autonomía de los hijos, mientras que su percepción suele ser que no están todavía preparados para volar solos.

En esta etapa, además, los adolescentes se enfrentan a nuevas situaciones como es el contacto con el alcohol, el tabaco, las drogas, las relaciones sexuales e, incluso, es el momento de decidir sus intereses académicos y laborales. Por lo que, tampoco es un tiempo fácil para ellos. Los especialistas explican que es esencial permitirles espacio y escuchar sus opiniones, pero sin abandonar los límites y la orientación de los adultos, porque son necesarios, ya que les aportan tranquilidad y les facilitan su autonomía. En otras palabras, y aunque a veces cueste creer, necesitan todavía a los padres.

La relación con el adolescente, la confianza, las pautas de comportamiento y de prevención, entre otras, hay que trabajarlas desde la infancia. No obstante, hay que seguir hablando con ellos, aconsejarlos, que sientan que se está a su lado y confiar en ellos y en que sepan escoger de manera adecuada.

Además, es en esta etapa vital cuando se incrementa el número de disputas: sea por la ropa, por el incumplimiento de las tareas domésticas, por los horarios, los estudios, los amigos… Sin embargo, aunque estas saquen de quicio a los adultos, no hay que perder la esperanza. A medida que el joven crece y se desarrolla, disminuye el número de discusiones.

Todos esos vaivenes emocionales provocan en muchos adolescentes un cambio en la forma de demostrar el afecto. Muchos de ellos rechazan los besos y los abrazos, a veces con cajas destempladas. Pero los padres deben saber que no es su amor lo que están rechazando sino la forma en la que este se ha demostrado hasta ahora. Nuestros adolescentes necesitan en esta época de su vida, quizá más que nunca, que sus padres estén pendientes de ellos, que les impongan normas justas para que su vida se desarrolle plena y saludablemente. Pero también necesitan ir ganando cierta independencia y responsabilidad. Por eso los padres de los adolescentes deben alejarse de los extremos autoritarios aunque eso no quiera decir que dejen a sus hijos incumplir las normas impuestas.

La única manera que existe de que esto sea posible es mantener una comunicación fluida con ellos. Los padres de los adolescentes que hablan con ellos de todo lo que les ocurre, de sus problemas, de sus miedos, de su sexualidad o de sus preocupaciones consiguen que sus hijos sean más felices y se adapten mejor a los cambios que están viviendo.

Hay que huir de juzgar al joven y, a menudo, es de gran ayuda evitar el enfrentamiento directo, aplazar algunas discusiones, echar mano de la negociación e involucrar al adolescente en la búsqueda de soluciones.

Articulo publicado en el Diario «El Económico»  21/10/2016  www.eleconomico.es

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