La eyaculación es un impulso que se puede y se debe aprender a controlar, de la misma forma que los niños aprenden a dominar la micción. Uno de cada tres hombres padecen este trastorno y el factor psicológico suele estar detrás de la mayoría de los casos.

Algunos manuales sostienen que alrededor de uno de cada tres hombres no tiene control sobre la eyaculación y un número más reducido experimentan los niveles más graves de este trastorno sexual, que consisten en expulsar el semen fuera de la vagina de la mujer, antes incluso de penetrarla. A veces, cualquier mínimo roce o estimulación disparan esta eyaculación no deseada, por lo que el acto sexual resulta frustrante para ellos. Se considera que un hombre sufre este trastorno si no tiene dominio sobre el momento en que desea hacerlo.

Es un impulso sobre el que se puede ejercer un control, del mismo modo que los niños aprenden a controlar la micción. De igual forma, los varones adultos deben aprender a eyacular en el momento en que lo deseen y posponerla el tiempo que prefieran.

Las personas que tienden a la preocupación o a la ansiedad son más propensas a manifestar este trastorno sexual Una de las causas más importantes es la masturbación rápida durante la adolescencia. Otra causa muy frecuente es la ansiedad sexual. El nerviosismo, propio de muchas relaciones sexuales, provoca que la eyaculación surja antes de lo deseado. Hay determinados pensamientos que están en la base del problema.

A veces la eyaculación precoz puede sobrevenir de manera repentina. Cuando un hombre tiene un «gatillazo» y sufre una eyaculación extravaginal o al poco tiempo de la penetración, este episodio negativo empieza a generarle una gran preocupación. El afectado teme que este episodio vuelva a repetirse y este pensamiento negativo le adelanta el suceso. Entra en una especie de círculo vicioso. Además, es más frecuente cuando la pareja sexual es una mujer con la que se tiene poca confianza, lo que ocurre con parejas sexuales nuevas.

La autoestima de los chicos u hombres con esta disfunción sufre un duro golpe. Los afectados suelen tener menos seguridad en sí mismos, sobre todo, ante el sexo opuesto, tienden a evitar el contacto afectivo e, incluso, suelen mostrar comportamientos de irritación.  En las parejas con una buena comunicación, se sufre el problema, pero el conflicto que crea es menor. En aquellas con problemas añadidos o que tienen falta de habilidades para comunicarse, este problema provoca una afectación mayor.

Los afectados deben acudir a la consulta de un psicólogo cuando nunca han tenido un control de la eyaculación o lo han tenido y lo han perdido, sobre todo si esta pérdida se relaciona con alguna experiencia adversa (un «gatillazo» o pensamientos negativos).

El psicólogo aplica un tratamiento de enfoque cognitivo-conductual, para cambiar la forma de pensar y la conducta. El objetivo es educar su reflejo eyaculatorio, para conseguir retrasarla y, así, disfrutar de una relación sexual más prolongada y placentera.

Articulo publicado en el Diario «El Económico»  24/06/2016  www.eleconomico.es

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