Las familias reconstituidas, son aquellas en la que uno de los miembros de la pareja o los dos aportan hijos de una relación anterior. Las dificultades que suponen son complejas y se necesita todo un máster en el manejo de las emociones para librar la batalla con éxito.

La relación con nuestros/tus/mis hijos es uno de los grandes desafíos de la convivencia de las familias reconstituidas, y representan uno de los mejores exponentes de las transformaciones que se están produciendo en los modos de configurar familias en las sociedades occidentales.

El análisis desde el punto de vista psicológico que nos relata la psicóloga Sanz Yaque sobre estas familias nos indica, que sufren importantes cambios en poco tiempo (nuevo hogar, zona residencia, diferencia de estatus económico…) y que según el Instituto Nacional de Estadística en 2001 eran 235.385, y diez años después, en 2011, ascendían a 496.135, más del doble.

Una de las mayores dificultades a las que se enfrentan las familias reconstituidas es la crianza de los hijos, crianza en la que influye de forma determinante la edad, siendo el momento más crítico la adolescencia.

Las investigaciones recientes sugieren que los niños de entre 10 y 14 años son los que pueden experimentar mayores dificultades a la hora de adaptarse a una familia reconstituida, con actitudes de rechazo y/o enfrentamiento hacia el nuevo progenitor, porque se trata de una edad en la que están formando sus propias identidades.

Los niños más pequeños (de menos de 10 años) suelen aceptar más a un nuevo adulto en la familia, sobre todo si su influencia es positiva, pero esta actitud, advierte Sanz, puede cambiar a medida que van creciendo, y pueden aparecer situaciones de celos entre los hermanastros.

Para Sanz el papel educador del progenitor con los hijos de ella o él es fundamental. Estamos hablando de una habilidad que él o ella, divorciados con hijos, tienen que tener para el control emocional, para que el hijo del contrario no te saque de quicio y tampoco te saque de quicio la relación de tu pareja con su vástago. Hay que tener un buen control de la tolerancia y la frustración para evitar que todas estas circunstancias dañen la relación”, indica Sanz.

Las segundas parejas cuando se conocen quieren correr mucho, es una vivencia muy fuerte y muy positiva y muchas veces se precipitan en la hora de decidir que quieren vivir juntos y formar una nueva familia. Por lo tanto, se aconseja, para conocerse como padres, pactar normas, poco a poco, y saber ubicar al otro en la relación con los hijos.

En cuanto a la comunicación, esta psicóloga sostiene que normalmente no se les explican las cosas a los hijos, no se les dice esta es mi nueva pareja y queremos vivir todos juntos. Se tiende a practicar la política de hechos consumados. Con tiempo y diálogo los hijos lo llevan mejor.

Pactar las normas de educación y no usurpar nunca el papel del otro, son pautas a seguir para no naufragar.

Articulo publicado en el Diario «El Económico»  19/02/2016  www.eleconomico.es

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