Vivimos en una época en la que estamos atiborrados de información, pero no sabemos procesarla. Nos encontramos confundidos e indefensos por olvidar el smartphone en casa, estamos nerviosos ante la tardanza en la respuesta de un whatsapp, nos deprimimos si el «me gusta» no aparece en el Facebook y si somos parejas inseguras sufrimos celos patológicos. En vez de estar felices con tanta información a nuestro alcance tenemos que ir al psicólogo.

Pero la culpa no la tienen las redes sociales  sino el mal uso que hacemos de ellas. «No sabemos manejar tanta información porque no nos han entrenado para organizarla y procesarla».

Los problemas que el uso indebido de las redes sociales produce no son menores. Muchos son psíquicos, pero tampoco fatan los físicos, por ejemplo dolores en las falanges y las muñecas por abusar del whatsapp. Los hay que sienten ansiedad al olvidar el móvil y no estar conectados, algunos evitan el contacto personal y llegan a escuchar los bip-bip de la aplicación sin haber recibido mensaje alguno. La gama sintomática es ya muy extensa. Unos sufren de whatsapitis, y otros tienen nomofobia (terror a salir de casa sin el móvil), phubbing (uso excesivo de los dispositivos tecnológicos en presencia de otras personas a las que ignoran) o vibranxiety (consideran al móvil como parte del cuerpo).

Ser conscientes de que tenemos un problema es el primer paso para la curación. «Que la tecnología esté a nuestro servicio y no nosotros al suyo es la clave para disfrutar de las redes sociales». De no ser así, nos hemos convertido en yonkis digitales. Podemos sospechar que existe una adicción a las redes sociales o a la tecnología cuando perdemos el control de nuestra propia conducta, cuando dejamos de hacer las cosas porque no nos reportan placer y las hacemos porque si no las hiciéramos sentiríamos una ansiedad muy grande, cuando existe un deterioro de nuestra vida social o de la calidad de vida en general, cuando a pesar de ser conscientes del daño que nos hacemos seguimos conectados y negamos que el problema exista porque no somos capaces de pararlo. «En estos casos somos susceptibles hasta de sufrir el síndrome de abstinencia y por eso debemos asumir que tenemos dependencia y que por lo tanto somos adictos», diagnostica Amaya Terrón, especialista en tratar a parejas vulnerables a la influencia en sus vidas de las nuevas tecnologías que agudizan sus inseguridades y provocan celos patológicos.

Las redes sociales «actúan muchas veces como catalizador para las rupturas en parejas que sufren previamente problemas», advierte. Una persona es insegura en la relación cuando tiene que revisar el contenido de las redes sociales de su pareja para sentirse seguro y verificar que es respetada o querida. Esto pasa cuando se tienen sospechas, cuando la confianza hacia la pareja no es la adecuada o cuando se tienen miedos o inseguridades irracionales.

Entre yonki digital y el que pone tierra de por medio y deserta, hay el término medio de usar las redes sociales de forma inteligente y equilibrada, una asignatura en la que nos hemos aplicado más bien poco.

Articulo publicado en el Diario «El Económico»  20/11/2015  www.eleconomico.es

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