La educación sexual es un proceso que dura toda la vida. En función de la etapa de desarrollo existen distintos grados de interés. La educación sexual en la familia no se limita a explicar cómo vienen los niños. Debe mostrar cómo adquirir información, formar actitudes y valores sobre la identidad, las relaciones, la intimidad. Incluye el desarrollo sexual, la salud reproductiva, las relaciones interpersonales, el afecto, la intimidad, la imagen corporal y el género. La educación sexual concierne a las dimensiones biológicas, psicológicas y socio-culturales.

Es pertinente que los adultos tomen la iniciativa. Si el menor no ha formulado pregunta alguna sobre la sexualidad, hay que aprovechar cualquier oportunidad que surja. No se trata de mantener una conversación artificial, pero sí de estar atento a la necesidad de sacar a colación el tema, porque aunque no sea a través de sus progenitores, el niño o la niña van a estar en contacto con la sexualidad, y conviene no negarlo. Por ejemplo, ante el comentario de que la madre de uno de sus compañeros de escuela está embarazada, se pueden hacer preguntas como las siguientes: «¿Te fijaste en que la barriguita de la mamá de David crece cada vez más? Lo que sucede es que ella va a tener un bebé y el bebé está dentro de su vientre. ¿Tú sabes cómo llegó ahí?». A partir de ahí, el niño puede comenzar a preguntar y a exponer comentarios que sin duda habrá oído. Luego sólo queda permitir que la conversación siga su curso.

Si bien a nuestros hijos e hijas se les ha de explicar las circunstancias biológicas relacionadas con el sexo, también deben comprender que las relaciones sexuales implican cariño, atención y responsabilidad. Al tiempo que se explica la cópula, es necesario comentar los aspectos emocionales de una relación sexual. De esta forma se dota de una herramienta emocional que ayudará a tomar decisiones y resistir la presión de entender el sexo como algo oculto, frívolo o maligno. Cuando el niño o la niña se hayan familiarizado con el concepto de la relación sexual como un acto que procrea, y también como una demostración de amor, será el momento de incluir mensajes relacionados con las responsabilidades y las consecuencias de la actividad sexual.

Estas conversaciones se deben repetir a lo largo del tiempo. No nos podemos conformar con dar una sola lección teórica. El mensaje es complejo, la formación va cambiando conforme pasan los meses y la capacidad de entender lo que se transmite se amplía. Las dudas van surgiendo, y conforme surgen conviene solventarlas.

En resumen, la educación sexual debe ser parte del proceso familiar, educativo y social de preparación para la vida. Es importante que les enseñemos a conocer y apreciar su cuerpo y les ayudemos a satisfacer la curiosidad que les producen los cambios en su cuerpo y el de los demás. Asimismo es beneficioso fomentar hábitos higiénicos, de autonomía y de responsabilidad en la vivencia de la sexualidad.

Articulo publicado en el Diario «El Económico»  17/07/2015  www.eleconomico.es

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