La mayoría de las parejas atraviesan varias crisis a lo largo de la relación. Las personas cambian con el tiempo, así como sus necesidades, sus deseos y sus sentimientos. Cuando se está en crisis, la angustia, la confusión y los afectos contradictorios pueden ser muy intensos. Y no es sencillo decidir si hay que poner punto y final a la relación.

Los motivos más habituales de las crisis son, la incompatibilidad de caracteres y los problemas sexuales. Cuando los miembros de la pareja no se entienden, cuando no consiguen crear en su relación un espacio común satisfactorio, son normales las fricciones. En cuanto a los problemas sexuales, «a crisis no viene tanto por la falta de sexo, sino por las consecuencias de la falta de sexo. Cuando uno de los componentes de la pareja siente un deseo que no es correspondido, puede desarrollarse en él cierto resentimiento o rabia, y estos pueden contaminar la relación hasta un punto sin retorno. Un motivo más de crisis son los problemas de comunicación. Muchas personas no saben comunicarse ni con su compañero, ni con sus hijos, ni con sus amigos. Y una pareja es una relación muy estrecha e íntima, si no se guardan las formas, si no se tiene en cuenta al otro al comunicarse, es lógico que surja la crispación.

Cuando una pareja está en crisis, el sufrimiento emocional puede ser muy intenso. Cuesta pensar con claridad. Cuesta discernir hasta qué punto vale la pena continuar o no. En ocasiones, una relación que parecía idónea empieza a hacer aguas. Los miembros han cambiado con el paso del tiempo y sus intereses y deseos no parecen ir por el mismo camino.

No siempre el amor une a una pareja. Para saber si hay que separarse, vale la pena tener claro los motivos que no deberían servir para mantener la relación. “A veces son los hijos, el miedo a la soledad, la dependencia emocional, el miedo al qué dirán si se rompe la relación». Desde que la crisis económica se inició, cobra cada vez más fuerza otro motivo: la dependencia económica. «Hay algún caso de parejas que no se separan porque no pueden vender el piso y terminan por compartir la casa».

Pero, en ocasiones, nada puede ayudar a salvar una relación. Muchas personas viven el final de una pareja como un fracaso. «Pero no tiene que ser así. Muchas relaciones cumplen su ciclo y lo mejor para todos es que cada uno siga su camino. No tiene sentido mantener una relación que no satisface, por los años pasados o por los hijos». El final de una relación no quiere decir que acabe la vida o que uno no podrá ser feliz de nuevo.

Ante este dilema, un terapeuta puede ayudar a superar una crisis. Su trabajo consistirá en que las dos personas consigan dialogar y entiendan qué sucede en la relación. Intentará que descubran cuáles son sus deseos y si realmente quieren continuar o no con su unión.

Articulo publicado en el Diario «El Económico»  12/06/2015  www.eleconomico.es

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