La educación sexual es un proceso que dura toda la vida. En función de la etapa de desarrollo existen distintos grados de interés. La educación sexual en la familia no se limita a explicar cómo vienen los niños. Debe mostrar cómo adquirir información, formar actitudes y valores sobre la identidad, las relaciones, la intimidad… Incluye el desarrollo sexual, la salud reproductiva, las relaciones interpersonales, el afecto, la intimidad, la imagen corporal y el género. La educación sexual concierne, por tanto, a las dimensiones biológicas, psicológicas y socio-culturales.

Cuando padres y madres quieren hablar con sus hijos e hijas sobre el sexo y la sexualidad, en la mayoría de las ocasiones surge la angustia sobre qué decir y cómo decirlo. A esto se suma la percepción de que los hijos propios no se hacen nunca suficientemente mayores, con lo que es difícil saber a qué edad hay que hablar de sexo.

Es pertinente que los adultos tomen la iniciativa. Hay que aprovechar cualquier oportunidad que surja. Porque aunque no sea a través de sus progenitores, el niño o la niña van a estar en contacto con la sexualidad, y conviene no negarlo.

Si bien a nuestros hijos e hijas se les ha de explicar las circunstancias biológicas relacionadas con el sexo, también deben comprender que las relaciones sexuales implican cariño, atención y responsabilidad. De esta forma se dota de una herramienta emocional que ayudará a tomar decisiones y resistir la presión de entender el sexo como algo oculto, frívolo o maligno.

En las conversaciones con niños de 11 y 12 años de edad se deben incluir reflexiones sobre la libertad a la hora de elegir una pareja con la que vivir una relación sexual, la importancia de que esa relación sea consentida y de que se llegue a ella con alegría y con seguridad. También es el momento de hablar de embarazos no deseados y de la posibilidad de usar métodos anticonceptivos. Estas conversaciones se deben repetir a lo largo del tiempo. No nos podemos conformar con dar una sola lección teórica. El mensaje es complejo, la formación va cambiando conforme pasan los meses y la capacidad de entender lo que se transmite se amplía. Las dudas van surgiendo, y conforme surgen conviene solventarlas.

Entre los 8 a 10 años de edad tienen la madurez suficiente para comenzar a escuchar conversaciones sobre la menstruación, tal vez de forma más precisa en las niñas porque les interesará más debido a que ellas serán protagonistas de ese cambio. Igual sucede con los cambios que experimentarán sus cuerpos en el futuro, como el hecho de que al niño le saldrá barba, y a él le interesa saber por qué pasará eso.

Los mensajes dirigidos a los hijos e hijas deben adecuarse a la edad y a su personal desarrollo. Se tiene que tener en cuenta su grado de comprensión, su madurez intelectual y las inquietudes concretas que exprese, que son diferentes en cada cual.

Articulo publicado en el diario «El Económico» 30/01/2015  www.eleconomico.es

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