Los conflictos que afectan a las parejas que quieren separarse no deberían afectar a los hijos. La separación-divorcio, a pesar de lo doloroso, puede ser una experiencia muy útil de la que se salga fortalecido para una nueva vida. Sin embargo, cuando la separación no se realiza con un mínimo de condiciones, puede ser perjudicial, a corto y a largo plazo, para todos los miembros de la familia.

No hay que olvidar que, aunque los padres se separen, siguen siendo padres, y, como tales padres, tienen obligaciones legales y morales con sus hijos.

El papel más importante de los padres es el educativo. Educar es formar en las emociones, los conocimientos y las normas. Los hijos necesitan un modelo en que basarse para realizar su vida hasta que tengan autonomía y capacidad propia para elegir, aceptar o rechazar.

A veces cuando los padres se separan pasan un proceso largo y doloroso que les hace olvidar las necesidades de sus hijos. Los buenos padres son capaces, a pesar de sus circunstancias personales, de pensar en sus hijos y seguir el mismo estilo educativo que existía antes. O, en caso de que no existiera ese estilo, crear un ambiente que ayude a proteger a los hijos de las consecuencias de la separación.

Educar no es ceder a los «caprichos» que los hijos tienen. Los hijos tienen necesidades físicas, psíquicas y sociales. Igual que necesitan alimentarse adecuadamente, precisan afecto, cariño, ternura, estímulo y comprensión para su equilibrio mental.

Una de las experiencias más duras de la infancia es sentirse abandonado y olvidado por sus padres. Cuando los niños o adolescentes se sienten así, adoptan comportamientos de oposición, de ruptura con la sociedad y antisociales. Es la expresión de su rabia e impotencia ante lo que viven como una injusticia. Otra manera de reaccionar es interiorizando esas emociones, lo que afecta a su vida de relación y a su rendimiento escolar.

Una de las áreas donde más se nota este cambio de conducta es en el rendimiento escolar. Estudiar y aprender requiere estabilidad emocional, concentración, comprensión y atención, además de un mínimo de recursos ambientales que lo faciliten. Cuando la familia se rompe, estas condiciones básicas para que el rendimiento escolar sea satisfactorio se alteran.

Muchos hijos de padres separados, ante esta situación, reaccionan con tristeza, depresión, alteración de las relaciones sociales con sus amigos, y culpabilizan a los padres o se culpabilizan a sí mismos. Los padres, ante la nueva realidad de sus hijos, deberían responder:

– Manifestando su interés y preocupación. Explicando que, aunque el matrimonio se haya disuelto, los padres siguen apoyando, protegiendo y queriendo a los hijos.

– Manteniendo el mismo interés por la escuela o colegio, para proteger la relación con los amigos y el ambiente social de siempre.

– Alabando los esfuerzos que hacen por superar la separación de sus padres.

– Buscando lugares y oportunidades para hablar sobre los problemas que aparecen cada día. En ocasiones, los padres pueden sentirse desorientados. Para eso existen profesionales que les pueden orientar en este proceso.

Articulo publicado en el diario «El Económico»  16/03/2015  www.eleconomico.es

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